La situación actual del hidrógeno refleja una clara disparidad entre las ambiciones de la Unión Europea y la realidad del mercado, marcada por un consumo ampliamente basado en combustibles fósiles y una lenta adopción de tecnologías limpias.
Según el informe ‘Clean Hydrogen Monitor 2024’ de Hydrogen Europe, la capacidad instalada de producción de hidrógeno limpio representa apenas un porcentaje marginal del total, lo que subraya los desafíos pendientes en términos de infraestructura y regulación.
Un mercado dominado por el hidrógeno fósil
En 2023, la demanda total de hidrógeno en Europa fue de 7,9 millones de toneladas (Mt), una cifra que, aunque relevante, evidencia una caída del 3% interanual debido al cierre de plantas industriales y la creciente competencia de las importaciones.
La mayor parte de esta demanda fue satisfecha mediante tecnologías tradicionales basadas en combustibles fósiles, como el reformado de gas natural, que representa el 68,4% de la producción total. Este modelo contrasta con el modesto crecimiento del hidrógeno electrolítico, que pese a haberse duplicado en los últimos dos años, alcanza apenas el 0,4% de la capacidad total instalada, con 385 MW operativos hasta septiembre de 2024.
El informe destaca que el 95,5% del hidrógeno consumido en Europa proviene de fuentes fósiles, reflejando la necesidad urgente de acelerar la transición hacia tecnologías limpias. En este contexto, sectores como el refinado y la producción de amoníaco concentran gran parte de la demanda. Las refinerías, en particular, desempeñan un papel crucial, no solo por su tamaño, sino porque el hidrógeno limpio está alineado con los objetivos de movilidad establecidos en la directiva RED3.
Principales consumidores de hidrógeno en Europa
Alemania se posiciona como el principal consumidor de hidrógeno en el continente, con una demanda que la coloca a la cabeza frente a Países Bajos y Polonia, los otros dos grandes actores del mercado. En conjunto, estos tres países representaron el 41,5% del consumo total de hidrógeno en Europa en 2023. Este liderazgo no es casual, ya que Alemania también cuenta con una sólida capacidad instalada de electrólisis y ambiciosos planes para aumentar tanto la producción nacional como las importaciones de hidrógeno limpio.
Por el contrario, Polonia refleja un escenario con menor dinamismo en el desarrollo de tecnologías limpias. Aunque es el tercer mayor consumidor, su bajo nivel de ambición gubernamental y el limitado desarrollo de infraestructuras de electrólisis dificultan su transición hacia modelos más sostenibles.
Esta situación podría ser compensada por regiones con mejores condiciones de producción, como la Península Ibérica y los países nórdicos, siempre que se desarrolle una red de transporte capaz de conectar estas áreas con los principales focos de consumo.
Italia presenta un caso particular, donde el 92% del consumo total de hidrógeno proviene del sector de refinación. La reciente clausura de una planta clave de producción de amoníaco ha dejado al país más dependiente de sus refinerías como principal fuente de demanda. En contraste, otros países como Países Bajos y Francia han comenzado a diversificar sus usos del hidrógeno, incorporándolo gradualmente a procesos industriales como la producción de acero verde.
Desafíos para la transición
A pesar de las oportunidades, los desafíos persisten. La infraestructura para transporte y almacenamiento de hidrógeno es limitada, lo que dificulta conectar las regiones con excedentes de producción con los centros industriales de alta demanda.
Además, la falta de incentivos claros y mecanismos de apoyo para fomentar el consumo de hidrógeno limpio sigue siendo un obstáculo clave. Según el informe, la definición de combustibles renovables de origen no biológico (RFNBO) y la regulación sobre el acceso a las redes de transporte son temas prioritarios que deben resolverse para avanzar hacia una economía del hidrógeno.
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