La votación de esta Proposición No de Ley (PNL) llega en un contexto de transición energética en el que España se distingue por su apuesta por un mix eléctrico 100% renovable a largo plazo. Sin embargo, la decisión de cerrar progresivamente las centrales nucleares ha sido cuestionada por sectores que ven en ellas un aliado estratégico para garantizar estabilidad en el suministro, precios más bajos y menores emisiones.
La propuesta del PP, defendida en el Congreso por el diputado Guillermo Mariscal Anaya, sostiene que «si la energía nuclear no es competitiva, es porque el propio Gobierno se ha encargado de que no lo sea», señalando que la fiscalidad sobre el sector ha sido diseñada para «asfixiarla y empujar su cierre».
En la misma línea, Vox ha criticado los impuestos que gravan la actividad y ha reclamado su continuidad como parte de una estrategia de soberanía energética.
Desde el Gobierno y los partidos aliados, la posición es clara: consideran que esta iniciativa “favorece intereses privados y no a la transición justa”; argumentan que no es competitiva frente a las renovables y que extender su vida útil pondría en riesgo la inversión en nuevas tecnologías.
¿La nuclear como complemento o freno para las renovables?
El debate ha trascendido el plano político para abrir una discusión dentro del sector energético. Javier Revuelta, Senior Principal de AFRY, ha defendido que la continuidad de las nucleares no solo contribuiría a la estabilidad del sistema eléctrico, sino que también podría favorecer el desarrollo del almacenamiento.
Según su visión compartida en diálogo con Strategic Energy Europe, el problema no radica en la coexistencia, sino en la falta de demanda suficiente para absorber toda la generación prevista en el PNIEC 2023-2030.
“No se podrán cumplir muchas cifras del PNIEC”, sostiene el consultor, señalando que el ritmo de despliegue de renovables ha superado la capacidad de integración del sistema.
En particular, menciona que habrá menos consumo, menos hidrógeno y menos almacenamiento de lo previsto, además de retrasos en la tramitación de proyectos eólicos.
Desde esa perspectiva, Revuelta argumenta que la energía atómica puede ayudar a equilibrar los precios y reducir emisiones, dado que su generación no emite CO₂ y es una fuente de carga base constante.
«Si el objetivo final es reducir emisiones, extender la vida útil de las centrales solo puede ayudar», enfatiza.
Además, destaca que su continuidad puede ser clave para contener precios, lo que a su vez fomentaría un mayor consumo eléctrico en sectores clave como centros de datos, movilidad eléctrica, industria pesada e hidrógeno low-carbon.
Por su parte, Miguel Marroquín, Managing Director de Our New Energy, en cambio, sostiene que mantenerla en operación frena la inversión en renovables y almacenamiento, argumentando que la transición debe acelerarse en lugar de prolongar la vida de tecnologías del pasado.
“Esta tecnología trabaja en carga base, lo que significa que su generación es fija y no varía según la oferta y la demanda”, explica.
Asimismo, sostiene que «si se añade nuclear a un sistema ya saturado de renovables, lo que ocurrirá es que muchas horas del día tendrán precios extremadamente bajos, lo que reducirá la rentabilidad de los proyectos renovables”.
Desde su visión, el mayor riesgo es que al retrasar su cierre, también se retrasa la entrada de nueva capacidad renovable y almacenamiento.
“En el corto plazo los precios pueden ser más bajos, pero a largo plazo se puede generar una falta de inversión que nos deje sin capacidad suficiente para cuando realmente necesitemos reemplazar la nuclear”, advierte.
¿Aliada o enemiga de las baterías?
Para Revuelta, podría ser beneficioso para el desarrollo del almacenamiento, ya que contribuiría a «aplanar» la curva de precios y generar mejores oportunidades de arbitraje.
“La nuclear, combinada con renovables, podría generar precios bajos en las horas solares, lo que permitiría a las baterías cargarse a menor costo”, argumenta.
Desde su perspectiva, esto mejoraría el arbitraje de las baterías, permitiéndoles comprar energía barata en momentos de exceso de generación renovable y venderla a precios más altos en momentos de mayor demanda.
Marroquín, sin embargo, rechaza esta idea y justifica: “Las baterías ganan dinero con la volatilidad de precios. Cuanto más baja es la tarifa de carga y más alto el precio de descarga, mejor”.
Desde su perspectiva, la energía de carga base «aplana» la curva de precios tanto en las horas bajas como en las altas, lo que reduciría el diferencial necesario para que las baterías sean rentables.
“Si metemos nuclear, no solo las horas solares serán más baratas, sino que también las horas de máxima demanda perderán volatilidad. Y sin esa volatilidad, las baterías pierden gran parte de su negocio”, sostiene y señala que también absorben gran parte de la demanda de servicios de ajuste, lo que limita aún más las oportunidades para el almacenamiento.
El PNIEC y la estrategia energética a 2030
España se ha marcado objetivos ambiciosos en su Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2023-2030, con metas concretas para la descarbonización del sistema:
- 81% de generación renovable en 2030.
- 214 GW de capacidad instalada, con 160 GW de renovables y 22,5 GW de almacenamiento.
- Reducción del 32% en emisiones de CO₂ respecto a 1990.
El Gobierno y los partidos progresistas defienden que la prioridad debe ser acelerar la transición renovable y no prolongar el uso de la nuclear, mientras que desde el PP argumentan que un cierre prematuro podría generar un déficit de capacidad firme, encareciendo la electricidad y aumentando la dependencia del gas.
¿Qué puede cambiar con la votación de hoy?
Si bien la PNL del PP no es vinculante, su votación enviará una señal política clave sobre la estrategia energética del país.
Si la propuesta prospera, podría abrirse un diálogo sobre la continuidad nuclear y la necesidad de una regulación más flexible para evaluar su viabilidad económica y ambiental. Si es rechazada, se reafirmará la apuesta por el cierre progresivo de las centrales y la aceleración del despliegue renovable.
Lo que está en juego no es solo el futuro de la nuclear en España, sino el modelo de transición energética que se seguirá en la próxima década:
- ¿Se debe confiar exclusivamente en las renovables y almacenamiento, o es necesaria una combinación con nuclear para garantizar estabilidad?
- ¿Su continudad es un freno o un impulso para la inversión en renovables?
Con el sector dividido y la política jugando un papel clave, la decisión que se tome hoy podría marcar el rumbo energético de España en las próximas décadas.
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