La transición hacia un modelo energético sostenible y renovable no solo implica la adopción de nuevas tecnologías, sino también un cambio profundo en la manera en que se concibe y gestiona la energía.  

Como se destacó durante las jornadas de participación de energías renovables y territorio organizadas por el MITECO, la visión de ampliar el horizonte mental y territorial, involucrando a las comunidades locales en la promoción de renovables, es esencial.

En esta línea, David Sabaté, representante del proyecto de eficiencia energética de la cooperativa agrícola Fatarella, destacó la necesidad del “empoderamiento comunitario” que “emerge como un pilar fundamental para garantizar el éxito y la sostenibilidad de esta transición”.

La participación activa de las comunidades en la toma de decisiones sobre proyectos energéticos que afecten a su entorno es un aspecto clave para ello. 

El proceso de implementación de proyectos renovables implica meses de discusión y debate entre los miembros de la comunidad, culminando en una votación que refleja el respaldo mayoritario al proyecto. 

“Este ejercicio de democracia energética garantiza el apoyo y el compromiso de la comunidad con el proyecto”, enfatizó Sabaté.

Además, la distribución de la propiedad de las instalaciones renovables entre los miembros de la comunidad asegura que estos se conviertan en verdaderos actores en la transición energética. 

Uno de los principales desafíos señalados por el asesor en eficiencia energética es la búsqueda activa de inversores locales y la posibilidad de que los propios miembros de la comunidad recuperen la propiedad de las instalaciones en el futuro.

“No queremos que las grandes energéticas pongan su dinero y quede a cargo de la comunidad, sino que se garantice mayor equidad en la distribución de beneficios económicos y fortalezca el arraigo y la responsabilidad de la comunidad en el proyecto”, añadió.

El proceso de empoderamiento comunitario también implica la capacitación y el apoyo continuo a las comunidades locales en la gestión y operación de las instalaciones energéticas. 

Se busca superar los obstáculos financieros y técnicos que enfrentan las comunidades rurales en la implementación de proyectos renovables, incluyendo la búsqueda de financiación adecuada, la selección de tecnologías apropiadas y la coordinación con las autoridades y empresas energéticas.

Asimismo, la experiencia de colaboración entre comunidades y la articulación de proyectos a nivel regional o intermunicipal también se convierte en indispensable. 

Se reconoce la necesidad de ampliar el horizonte más allá de cada localidad, involucrando a municipios vecinos. “Este enfoque colaborativo maximiza los recursos y la eficiencia, fortaleciendo la solidaridad y la cooperación entre comunidades”, concluyó Sabaté.

Tal como se debatió en toda la tercera jornada de participación, para abordar el reto de demoras en los proyectos y frenos judiciales, será clave para las empresas promotoras entender y fomentar esta dinámica de empoderamiento comunitario.

Los desarrolladores deben priorizar la comunicación transparente y la participación comunitaria desde las primeras etapas del proyecto. 

Esto implica explicar los beneficios, abordar las preocupaciones y considerar las necesidades locales en el diseño y la implementación de las instalaciones renovables. 

Además, es crucial adaptar los proyectos a las características específicas de cada comunidad, mediante la integración de tecnologías de bajo impacto, la creación de oportunidades de desarrollo económico local y la implementación de mecanismos de participación y gobernanza que permitan a la comunidad tener voz en la operación y gestión de las instalaciones.

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